Sentado en casa, con el home office (palabra que se ha puesto de moda como el cliché necesario para subsistir), pasa por enfrente de donde yo estoy tecleando y se pone a danzar de la nada, expresando con su boca sonidos que sólo él entiende y que lo conectan con sus pies y sus manos, expresando un baile acompañado de su propia música, con una sonrisa en la boca, cual flor al sol en su propia conexión que sólo ellos entienden.
Inevitablemente volteo, no puedo no, tanta energía irrumpe en mi concentración, y aunque en ocasiones tenga que fruncir el ceño (por una supuesta distracción) no puedo dejar de sonreír. Inevitablemente sus dientes pequeños recién confirmándose, incluso chuecos un poco, su nariz un poco sonrojada (porque se ha dado cuenta que lo veo), sus movimientos de las manos, me sacan una carcajada de la que no puedo evitar se una a mis manos para comenzar a aplaudir en un ritmo que sólo ellas entienden, se junta con mis pies y no puedo evitar levantarme e ir hacia él.
Corre a su cuarto y entonces lo sigo, subo a su cama y le comienzo a hacer cosquillas como premio a que de nuevo irrumpió en mi trabajo y me hizo recordar que, aunque mi trabajo es súper importante, muy, sonreír al unísono con sus ocurrencias es más sagrado y me hace sentir vivo.
Benditos niños valientes enfrentando a su modo estos días.
Bendita magia de la infancia.
Sagrados pequeños, con gusto me uno a esa humanidad que les hace espacio para que ellos sigan su crecimiento de una manera sana e inocente.
Bendito pequeño que me hace recordar las cosas sagradas y fundamentales.
Si puedes (cualquier día) y en especial este 30 de abril, a la edad que tenga, agáchate, ponte a su medida, si es bebé acuéstate, míralo, mírala a los ojos y dile gracias, que valiente eres, feliz día del niño!!!
AUTOR: Ángel López Ventura
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